El 27 de septiembre CINA organizó una jornada de crucero en el Embalse de San Juan. El año pasado participó mi hermana Belén, que me dijo que lo había pasado muy bien y me mandó una foto que despertó las ganas de apuntarme en cuanto tuviera ocasión.

Fuimos capitaneados por Alfredo Platas entre cuyas muchas hazañas marineras se cuenta su transformación en el dios Neptuno hace dos veranos en Boiro, metamorfosis de la que fui testigo directo una noche del Carmen en la playa de la Retorta. Formamos tripulación con Antonio Ruipérez y Santiago Beamud, dos cineros, y dos neófitas, Rocío y Vanessa, que querían iniciarse en la vela tras haber sacado el PER. En el pantano encontramos a otros cineros, como Luis Ruiz, de Veleando (con quien compartí el año pasado una estupenda travesía por el Estrecho), Ruth Gairin, Álvaro Gordo, etc., que también han pasado por Boiro una vez o muchas…

Salimos un Raquero y cuatro First 7.5 de Econaútica con poco viento. Lucía el sol, así que nos pusimos la crema, las gafas protectoras y las gorras. Daban ganas de tomar un baño en las aguas templadas del embalse, si no fuera por la superpoblación de organismos verdosos que le daban aspecto de sopa. Nos cruzamos con lanchas dedicadas a contaminar, hacer ruido y formar olas bajo la coartada del esquí acuático. Había menos de las que dicen que se juntan en verano. Algunos esquiadores debían ser duros de oído porque llevaban música a todo gas.

Fuimos buscando rachas con poco éxito, aunque nuestro veterano capitán huele el más leve vientecillo antes de que aparezca. Dice que lo nota por pequeños matices de la escora que nadie más percibe. Lo malo es que tan pronto como llegaba el soplo se volvía a marchar para aparecer a su albur desde cualquier otro punto. Tras sobrepasar una playa nudista, predominantemente gay, nos acercamos a la desembocadura del río Cofio y luego pusimos el motor para ver si en el estrecho entre Las Cabreras y el cerro de San Esteban aparecía más viento, aprovechando el efecto Venturi. Vimos en primera fila cómo se preparaba la regata del Campeonato Autonómico Clase Snipe Open organizada por el Real Club Naútico de Madrid, con Julián Juste “elyul” entre los participantes. Cerca de la garganta escuchamos la señal de aplazamiento de la regata y los Snipe se retiraron con sus orgullosos tangones.

Vista la situación, empezamos a regresar para comer en el embarcadero de Econáutica y ver como se presentaba la tarde. La falta de empuje lo hacía difícil, así que tuvimos que volver a encender, muy a nuestro pesar, el motor. De pronto una negra nube cubrió el cielo, el día se convirtió en noche, el viento desapareció y se puso a llover, así que empezamos a arriar la mayor. En mitad de la maniobra la temperatura bajó de golpe y el chaparrón se transformó en una granizada de calibre garbancero. Las algas verdes huyeron hacía las profundidades y la superficie, antes lisa cual espejo, se erizo de salpicaduras. Habíamos llevado la crema de sol, pero no los impermeables. Entonces descubrimos las virtudes protectoras de una vela mayor, bajo la cual nos refugiamos oportunamente, dejando al almirante Platas a cargo de la caña, que puso rumbo directo al embarcadero. La estampa fue como sigue: toda la bañera y tripulación cubierta por un gurruño de vela sobre la botavara caída entre cuyos pliegues asomaban algunas cabezas mojadas y desconcertadas.

Llegados al pantalán el chubasco se aplacó. Recogimos rápidamente para ponernos ropa seca. Sirvieron como vestuarios el galpón y el curioso aseo cavernícola, calificativo que empleo como descripción y sin ánimo de ofender, pues está construido entre unas grietas de la roca. Comimos los bocadillos en el porche del embarcadero. Como la máquina de refrescos no funcionaba, algunos fueron a los bares cercanos a por bebidas y cafés. Los perros del lugar se acercaron, muy sociables, a mirarnos con ojos tiernos por si les caía algún bocado. Supe por “elyul” que a esas horas los regatistas se endosaban en el Real Club Náutico una fantástica paella.

La tarde se presentó con nubes, claros y viento suficiente como para hacer algunos bordos. Hasta vimos quien salió al trapecio cerca de la cortina del embalse. Aprovechamos el rato para abrir el curioso arcón que los First 7.5 tienen bajo la cubierta. Como carece de desagüe, se había transformado en una piscina para niños, así que hubo que achicar.

Esta vez pudimos cruzar la garganta para llegar hasta las proximidades de San Ramón. Platas nos advirtió que había una roca traicionera, pero la localizamos convertida en un islote debido a la bajada del nivel de la aguas tras el verano. A la vuelta alguien comentó que habíamos disfrutado de las cuatro estaciones en un mismo día.

La jornada se completó junto a las demás tripulaciones en la agradable terraza del restaurante “La Playa”, donde nos fuimos invitados por un compañero que celebraba ese día su bautismo marinero. Creo que las patronas neófitas se lo pasaron muy bien y disfrutaron llevando la caña, así que espero que repitan y que encuentren bueno vientos.

Víctor Pliego “elbiKtor”